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Ideología de género:un caramelo envenenado

15 de Noviembre de 2011
¿Estamos obligados a tragarnoslo?


Ideología de género: un caramelo envenenado
ÓSCAR DEJUÁN
En mi último artículo, llamábamos la atención del progreso fulgurante de la ideología de género en Occidente y, de manera especial, en España. Se trata de una auténtica revolución cultural y política sólo comparable con la que en su día tuvo el socialismo marxista. La historia de la humanidad, decía Marx, es la historia de la lucha de clases. La liberación de la clase oprimida (el proletariado) pasaba por la abolición de la propiedad privada. Los ideólogos de género sostienen que antes de la lucha de clases estaba la lucha de sexos y que la liberación de la mujer (el sexo débil) pasa por la abolición de las instituciones que la recluyen a unos roles secundarios, a saber, el matrimonio, la familia y la religión como sustento de la moral tradicional. Pero no basta con cambiar los roles atribuidos a cada sexo, añaden éstos, hay que acabar con la propia diferenciación sexual. En adelante ya no habrá hombres y mujeres. Primero porque cada persona podrá cambiar de sexo a voluntad. Segundo porque, sea cual sea el sexo biológico de una persona, lo que importa es su orientación afectiva. Estas son algunas de las ideas con las que los ideólogos de género tratan de reformatear el disco duro de la sociedad y la cultura occidental. ¡Pobre del que nos las aprenda, las apruebe y las predique! Será tachado de «homófobo», que es el insulto más comprometedor que hoy te pueden echar.
Pues yo me resisto a hacerlo. Y me ocuparé hoy de señalar los disparates y peligros que encierran. No niego que contenga algunos elementos de verdad. De lo contrario no hubiera podido arraigar y progresar como lo ha hecho. Pero con el devenir del tiempo hemos pasado de lo razonable a lo irracional, de la ampliación a la supresión de derechos y libertades fundamentales, de la tolerancia a la imposición del pensamiento único.
De lo razonable a la irracionalidad más absoluta. Es evidente que en ninguna parte de la naturaleza está escrita una asignación rígida de los roles de hombres y mujeres. Pero no menos evidente es que la naturaleza humana es sexuada. Negar la diferenciación sexual supone un insulto a la naturaleza y a la razón.
De las políticas de igualdad a las políticas de igualación. En el haber del movimiento feminista destaca la promoción de la igualdad en una cultura machista, donde abundaban las discriminaciones contra mujeres y homosexuales. Este elemento positivo se malignizó cuando las políticas de igualdad dejaron paso a las políticas de igualación: hombres y mujeres habían de ser iguales en todo y a la fuerza.
De la ampliación a la destrucción de derechos y libertades. Bajo el pretexto de defender «la libre disposición sobre el propio cuerpo» o el «derecho a la salud sexual y reproductiva» han vulnerado el derecho a la vida, el primero de los derechos fundamentales de la persona humana y soporte de todos los demás. Desde luego, la mujer será la primera perjudicada si le obligan a participar en un juego hecho por hombres y para hombres. Por el camino también se han perdido las libertades de pensamiento, expresión, educación y objeción de conciencia.
De de tolerancia a la imposición del nuevo «pensamiento único». El movimiento gay (que constituye la segunda pata de la ideología de género) empezó pidiendo tolerancia para los homosexuales y ha acabado imponiendo su forma de pensar y valorar la vida. Acepto que no se debe juzgar o discriminar a nadie por sus inclinaciones a la homosexualidad (o a la infidelidad matrimonial o a la pederastia). Pero, ¿estamos obligados a aceptar y bendecir la homosexualidad, la infidelidad y la pederastia? ¿Permitiremos que se adoctrine a nuestros hijos en la bondad de estas conductas a través de las nuevas asignaturas obligatorias tipo Educación para la Ciudadanía o Educación Sexual y Afectiva?
La ideología marxista y los estados que la encarnaron cayeron bajo el peso de sus propias contradicciones. En el camino dejaron un reguero de sangre, miseria y ausencia de libertad. Tampoco la ideología de género podrá llegar muy lejos por ir en contra de la naturaleza y de la razón. Pero mientras progresa causará mucho daño y sufrimiento. ¿Estamos obligados a aceptarlo?

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